Alejandro Magno fue mucho más que un militar, un conquistador y un estratega. Su forma de tratar a los derrotados, su interés por la cultura y su inconmensurable carisma, hicieron de él una leyenda que ha llegado hasta nuestros días.
La infancia de Alejandro
Alejandro nace en julio del año 356 a.C., en Pella, Macedonia. Su padre es Filipo II de Macedonia, y su madre Olimpia de Epiro.
Su niñez no es muy feliz y transcurre entre las discusiones de sus progenitores, que pretenden llevárselo a su terreno continuamente.
Su padre es un gran militar, inteligente y astuto, pero en otro orden de cosas, gusta demasiado del alcohol, y es impulsivo y bravucón. Alejandro heredará ese excesivo apego al alcohol.
Su madre, posesiva y controladora, tolera muy mal a su marido y desde la más tierna infancia intenta convencer a su hijo de que Filipo no es su verdadero padre, diciéndole que en realidad es hijo del dios Zeus. Lo cierto es que la relación de sus padres le marca de una manera indeleble.
Pero en lo que a aprendizaje se refiere, le propician los mejores mentores, sabedores de que debía recibir la más esmerada de las educaciones. En un principio, Leónidas fue el encargado de guiarle. Era tío de Olimpia, aunque no le tuvo mucho cariño a Alejandro.
Pero es a los trece años cuando Aristóteles pasa a formar parte de su vida y, aunque no coinciden en algunas ideas, es quien más le marca y de quien más se empapa su personalidad.
El maestro le acostumbra de inmediato a los más importantes poetas griegos, la Ilíada, de Homero, es un libro que ya nunca se separará del joven Alejandro. Pero también le instruye en geometría, astronomía, matemáticas, política y geografía. Asimismo, le transmite su pasión por la medicina, la zoología y la botánica.
Alejandro Magno y Bucéfalo
Filipo compra un caballo, hermoso y altivo, que le aseguran que es uno de los mejores equinos que podrá encontrar. El monarca ordena a sus hombres que lo monten y lo intenten dominar, pero uno a uno acaban estrellados contra el suelo. Filipo comienza a pensar que le han tomado el pelo, vendiéndole el caballo más salvaje que existe. Pero Alejandro lo está observando todo, solo tiene nueve años. Se acerca a su padre y le pide permiso para montar al caballo, Filipo se lo concede, convencido que va a seguir la misma suerte que sus hombres. Pero el niño se ha percatado de que el animal se asusta de su propia sombra, y por eso se pone tan nervioso. Así que se acerca a él y con un gesto rápido dirige sus ojos hacia el sol para deslumbrarlo por unos segundos, y después con la misma rapidez le monta. El caballo le acepta de inmediato, y ya nunca más se separarán.
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Estatua de Alejandro Magno en Salónica, Grecia |
Cuando Filipo ve a su hijo cabalgar sobre el salvaje animal, vislumbra por primera vez la superioridad de su heredero y le dice la famosa frase: “Hijo, búscate un reino que se iguale a tu grandeza, porque Macedonia es pequeña para ti”.
Bucéfalo, que así se llamó el caballo, viajó, conquistó todos los territorios y vivió la mayor de las aventuras con Alejandro y, aunque dejaba que otras personas le cuidasen, jamás permitió que nadie más le montase. Estos dos seres, a los que les unía una relación muy especial, se separan definitivamente en una batalla en tierras indias, en donde Bucéfalo cae herido de muerte. Alejandro siente que ha perdido una parte de sí mismo, y en su honor construye la ciudad de Alejandría Bucéfala.
Los afectos de Alejandro Magno
Se dice que Alejandro no estuvo nunca muy interesado en las mujeres, ni en tener descendencia, aunque se casó varias veces y al parecer tuvo dos hijos, probablemente porque debía dejar un heredero. Algunos estudiosos aseguran que era homosexual o bisexual. Lo que parece cierto es que la relación que tuvo con Hefestión toda su vida, iba más allá de la amistad. Habían crecido juntos y la complicidad entre ellos se mantuvo hasta la muerte de Hefestión, en el 324 a.C.
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La familia del rey Darío de Persia, postrada ante Alejandro |
Cuando conquista Persia y la familia del rey Darío sale a recibirlo, dicen que su anciana madre se dirige a Hefestión confundiéndole con él, ya que era más alto y atractivo. El soldado le indica con un gesto su equivocación, señalando a Alejandro que se encuentra a su lado. La anciana le mira aterrada, pero Alejandro le toma las manos, diciéndole: “No te preocupes mujer, Hefestión también es Alejandro”.
Alejandro III de Macedonia
Filipo es asesinado, en la boda de su hija Cleopatra, por uno de sus guardaespaldas. Ese suceso catapulta al poder a un joven Alejandro con apenas 21 años, que hereda las batallas de su padre y debe lidiar con todos aquellos que no le quieren bien, y a los que va quitando de su camino sin ningún tipo de consideración. Hay que decir que al igual que hereda los conflictos de su padre, también hereda sus triunfos, y gran parte de lo que consigue Alejandro se lo debe al extraordinario camino recorrido por Filipo como militar.
Alejandro sale de Grecia en busca de otros mundos, de otras conquistas, y nunca más volverá. Hay autores que aseguran que también deseaba escapar de su propia vida, de su infancia, de sus fantasmas y de su madre, a la que nunca más volvió a ver, a pesar de que ella le escribía largas cartas instándole a que se volvieran a encontrar. Pero los recuerdos de su niñez eran para Alejandro tan nefastos, que nunca cedió a los ruegos de la mujer.
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Imperio de Alejandro Magno tras su muerte, en el 323 a.C. |
En su conquista de Persia, provoca que el rey Darío huya aterrorizado ante su atrevimiento y valor, pero prohíbe a sus hombres que toquen a una sola mujer de la familia o del harén del derrotado rey.
En tan solo once años, Alejandro Magno conquista Asia Menor, El Levante Mediterráneo, Mesopotamia, Egipto (donde fue nombrado faraón), Persia, Asia Central, la India…
Cuando funda la ciudad de Alejandría, en Egipto, ordena a Ptolomeo, que es uno de sus generales, que escoja a varios hombres y vayan con barcos por todo el Mediterráneo localizando rollos de papiro para llevarlos a la biblioteca y copiarlos. Pretendía que en esa biblioteca se concentrase todo el saber, toda la sabiduría que estaba esparcida por el mundo. Se dice que incluso había un libro que aseguraba que la Tierra giraba en torno al sol. No hay que olvidar que estamos en el siglo IV a. C.
El final de Alejandro Magno
Cuando vence a los persas en la batalla de Gránico, adopta una actitud humana y generosa, se interesa por los heridos y otorga honores de guerra a los generales caídos.
Cuando expulsa a los persas de Egipto, entrega a los sacerdotes de nuevo sus templos y su poder, al mismo tiempo que respeta sus creencias y sus costumbres religiosas. Por todo ello le convierten en faraón.
Tantos años de guerras y conquistas, le pasan factura al rey macedonio. Llega un momento en que sus hombres le desobedecen, agotados y hastiados de tanta lucha, negándose a continuar avanzando en busca de nuevos y desconocidos territorios.
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Catafalco de Alejandro Magno |
Alejandro muere en el 323 a.C., no sobrevive a su querido Hefestión ni siquiera un año. Las causas de su muerte son confusas: envenenamiento, complot de sus soldados, infección de una de sus tantas heridas… Lo cierto es que muchas personas querían ver muerto al rey de Macedonia.
Alejandro murió con tan solo 33 años, pero ya había transformado el mundo y se había convertido en una leyenda. Dejó una estela tras de sí y es el espejo en el que se han reflejado multitud de personajes de todos los tiempos. La leyenda y el hombre se funden, y continúan vivos en pleno siglo XXI.
Beatriz Moragues - Derechos Reservados
¡Buenas, Beatriz!
ResponderEliminarQué bien contado, he disfrutado muchísimo de este repaso tan humano de la figura de Alejandro. Se agradece muchísimo leer una historia de este calibre contada con esa mezcla tuya de cercanía y rigor, porque más allá de los grandes hitos que todos conocemos, nos llevas por los detalles que de verdad dibujan al personaje con matices.
Has puesto foco en sus contradicciones, en ese Alejandro que no se conforma con ser un conquistador de territorios, sino que aspira a algo más profundo: expandir cultura, tender puentes, incluso respetar las costumbres de los pueblos que vence. Es curioso pensar que, en un tiempo donde la conquista era brutalidad pura, él dejara espacio para la dignidad de los vencidos. Y cómo no, la historia de Bucéfalo es sencillamente maravillosa: no solo por el relato en sí, que ya es de por sí legendario, sino por lo que representa simbólicamente, como reflejo de cómo Alejandro entendía la vida: más como una cuestión de comprender la naturaleza de las cosas que de imponerse por la fuerza bruta.
También me ha parecido muy acertado cómo destacas esa soledad tan brutal que le acompañó siempre. La referencia a Hefestión es de esas que le dan profundidad emocional al relato, porque humaniza a un personaje que muchas veces queda reducido al estereotipo de guerrero insaciable. Lo presentas como alguien que, más allá de la ambición, quizás también estaba huyendo de sus propios fantasmas. Ese detalle de la correspondencia de su madre es desgarrador, y dice mucho del peso que arrastraba desde la infancia.
Te confieso que he pensado en cómo resuena este tipo de figuras con nosotros hoy en día. Esa búsqueda constante, ese no encontrar nunca reposo, es algo que se repite en muchos personajes históricos… pero también en la vida cotidiana de cualquiera que viva con la sensación de estar en una carrera permanente. Alejandro, con todo lo que fue, también acabó pagando un precio altísimo. ¡33 años! Da que pensar, ¿verdad?
En definitiva, un artículo magnífico que no solo informa, sino que despierta preguntas. Como lector, sales de aquí no solo con datos, sino con ganas de seguir escarbando en la figura de Alejandro y en la condición humana en general.
Un abrazo enorme, compañera. Leer tus textos es siempre un placer, y lo mejor de todo es que nos dejas siempre con ganas de conversación
Buenos días, Miguel. Un placer volver a leer tus comentarios.
EliminarMe alegro que te haya gustado el arti. Siempre intento buscar la parte humana del personaje, aunque no siempre lo consigo. Alejandro era de esas figuras célebres que en principio no me interesaban, hasta que descubrí otra parte menos conocida. Como estratega y conquistador ya hay muchísimo escrito, así que no quería ir por ahí.
Su respeto por los vencidos es algo que muchos de sus hombres no entendían, acostumbrados como estaban a matar y violar sin medida. Cuando conquista Egipto, trata con respeto a los sacerdotes y eso hace que le proclamen hijo de Amón-Ra y faraón. Como tú dices muy bien, su filosofía era "comprender la naturaleza de las cosas y no imponerse por la fuerza bruta". Aunque en sus batallas había fuerza bruta y crueldad, porque era hijo de su tiempo.
Su historia con Bucéfalo es muy bonita, refleja esa unión que en ocasiones surge entre animales y humanos, que también somos animales y solemos olvidarlo.
Su soledad es algo que aparece en muchos personajes relevantes e imagino que seguirá ocurriendo en la actualidad, porque las personas seguimos siendo similares en lo esencial.
Esa sensación de "estar en una búsqueda constante y no encontrar nunca reposo", es obvio que sigue ocurriendo hoy en día. Entonces era por unos motivos y ahora es por otros. Quizá nuestro planteamiento de la vida es erróneo, al que la sociedad nos empuja constantemente, y buscamos también cosas equivocadas en lugares incorrectos.
Un abrazo enorme!!