lunes, 21 de marzo de 2016

Historia del ferrocarril

El ferrocarril ha sido uno de los inventos más revolucionarios en la historia de la humanidad, marcando el inicio de una nueva era en el comercio y el transporte. Surgido a principios del siglo XIX, no solo conectó ciudades, sino que también facilitó el intercambio cultural y el desarrollo industrial.

Es en el siglo XVI cuando los mineros alemanes utilizan los primeros vagones para transportar minerales, deslizándolos sobre maderas planas a modo de raíles. Dos siglos más tarde se reemplazan las maderas por largas barras de hierro.


El origen del ferrocarril


En el invierno de 1804 se realiza el remolque de cinco vagones por una locomotora de vapor. Recorre poco más de quince kilómetros, a ocho kilómetros por hora. Toda una hazaña en aquellos momentos.

Tren antiguo

En 1830 echan a andar los primeros trenes de pasajeros como tales, en el trayecto de Liverpool a Manchester. Han doblado la velocidad inicial y alcanzan los 16 km/h. La acogida de este nuevo transporte es tan espectacular, que comienza a plantearse para realizar largos trayectos.
En Inglaterra es el capital privado el que invierte en el ferrocarril, mientras la colaboración del gobierno es minúscula. Sin embargo, en otros países ocurre lo contrario y es el estado el que financia este novedoso transporte. El ferrocarril es ya imparable y comienza a aparecer en Francia, Canadá, Alemania, Estados Unidos, Italia y Bélgica.

El papel del tren en el comercio


En siglos pasados el mundo parecía enorme e inabarcable, la inmensa mayoría de las personas nacían y morían sin salir de su pueblo o ciudad.

Tren de mercancias

En el siglo XVIII las diligencias hacían posible la comunicación entre lugares lejanos, así como el servicio epistolar. Pero no dejaba de ser algo lento y costoso. El medio más rápido y sencillo para trasladarse, era sin duda el naval.
Todo eso empezó a cambiar con la aparición del ferrocarril y la industria metalúrgica fue la más beneficiada, pues le permitió el traslado de materias primas de un punto a otro, de un modo eficaz y económico.

El tren en España


En Cuba, por aquel entonces colonia española, se construye en 1837 el primer ferrocarril de origen español, con la finalidad de trasladar la caña de azúcar hasta La Habana.
Pero deben pasar todavía once años para que el tren llegue a la península, exactamente a Cataluña, para realizar el recorrido de Barcelona a Mataró. Fueron 900 los pasajeros que pudieron disfrutar de ese viaje y el éxito fue tan rotundo que se añadieron de inmediato nuevos departamentos, para que se pudiese acoger hasta a casi dos mil personas.

Tren moderno

El siguiente ferrocarril une Madrid con Aranjuez, y después de numerosos problemas y falta de financiación, se pone en funcionamiento en el invierno de 1851.
A partir de ese momento, la aparición del tren en diversos puntos del país ya es inevitable. En el verano de 1854 echa a andar la línea de Barcelona a Granollers, y la de Valencia a Xátiva.


Voces en contra del ferrocarril


La aparición de un vehículo de tan enormes proporciones y que realizaba sonidos de tal estruendo, desató la desconfianza de muchas personas anónimas y famosas de la época.
Se cuenta que ya en uno de los primeros viajes una locomotora atropelló a un hombre y a partir de ahí las leyendas urbanas fueron imparables, llegando a calificar al tren de aparato demoniaco y asegurando que en realidad su motor no eran más que caballos que se ocultaban en su interior.
El físico y político francés François Arago, dijo que cuando el tren pasase por un túnel el humo ahogaría a los viajeros.

Tren

Numerosos médicos aconsejaban a sus pacientes no utilizar este medio de transporte, asegurando que el ruido, el humo y la velocidad les acabaría provocando ceguera o múltiples dolencias nerviosas.
Muchos eran los preocupados por la huella en el medio ambiente que iba a dejar este “demoniaco caballo de hierro”, como lo llamaba el poeta y filósofo americano Henry David Thoreau.
También la iglesia se posicionó en contra del ferrocarril, hasta el punto que muchas personas rogaban al cielo por su alma cada vez que llegaba a sus oídos el trueno de sus motores o tenían que utilizarlo como transporte.

El avance del tren


Fueron las clases altas de la sociedad las que recibieron al ferrocarril con más ilusión, y también los magnates de la época, que vislumbraron una excelente manera de invertir dinero en un negocio que adivinaron próspero, sobre todo cuando se comenzó a dibujar la posibilidad del transporte de viajeros a gran escala.
Mucho han cambiado las cosas desde aquellos comienzos hasta los actuales trenes de alta velocidad, y no hay duda que las personas que habitaron aquel siglo XIX y se santiguaban al paso de la máquina diabólica, ni siquiera se podían imaginar su futuro.
Beatriz Moragues - Derechos Reservados


5 comentarios:

  1. Hola, Beatriz, como todo invento nuevo y desconocido, tuvo sus detractores. Como dices, si ahora esas gentes vieran en qué se ha convertido, lo bien que funciona (bueno, a veces, jeje, que se lo digan al ministro de transportes) y el futuro tan prometedor que tiene, se quedarían sorprendidos.
    Me gusta el tren y es muy cómodo viajar en él, menos mal que se ha ido desarrollando y ahora goza de muy buena salud.
    Buen artículo.
    Un abrazo. :)

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    1. Buenos días, Merche:

      Sí, siempre que surge algo nuevo, hay detractores y quienes piensan que es un invento del diablo. Yo creo que ha pasado en todas las épocas.

      A mí también me gusta el tren, de hecho, es el medio de transporte que más me gusta, dejando el coche a un lado. Y además, pienso que, con todo esto del cambio climático, es lo que menos contamina y me parece que va a ser muy importante en el futuro. Bueno, podríamos volver también al barco de vela, que aun contamina menos, pero eso no lo veo :-)

      Muchas gracias por pasarte por aquí y dejar tu opinión.
      Un abrazo!!

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  2. ¡Buenas, Beatriz!

    Qué bien traído este recorrido por la historia del ferrocarril. Me ha resultado fascinante la parte que dedicas a las resistencias que generó. No solo los hitos técnicos y el impacto brutal en el comercio y la conexión entre lugares, sino también ese vértigo social... ¡el miedo a lo desconocido!

    Es increíble cómo ciertos patrones parecen repetirse, ¿verdad? Eso de calificarlo de "aparato demoníaco", las advertencias médicas sobre la ceguera o el humo en los túneles... Me ha hecho pensar mucho en los recelos y las narrativas catastrofistas que despiertan hoy otras tecnologías disruptivas. Parece que el "demoniaco caballo de hierro" de Thoreau tiene hoy otros descendientes en forma de algoritmos, redes o inteligencias artificiales.

    Claro que, como bien recuerdas tú las reacciones de la época, ellos tampoco tenían ni idea de hasta dónde llegaría aquello... y nosotros, con lo nuestro, andamos parecido, sin saber muy bien por dónde van a ir las cosas en este contexto digital. Por eso me parece tan valioso lo que haces en este artículo y en tu blog en general: mirar la historia para intentar entender un poco mejor el presente, para encontrar esas conexiones que no siempre saltan a la vista. ¡Ojalá aprendiéramos más como especie de estos ciclos!

    Y hablando de conexiones y detalles curiosos, ¡muy bueno el dato de que la primera línea española estuviera en Cuba para la caña! A veces se nos olvidan esos hilos históricos.

    En fin, más allá de los miedos iniciales que tan bien describes, a mí, como a Merche, el tren siempre me ha parecido un medio maravilloso (¡nada que ver con el avión, que a mí sí me ha dado algún que otro mal rato!).

    Un artículo estupendo, Beatriz. Muy bien documentado y, sobre todo, contado de una forma que atrapa y hace reflexionar. Habrá que santiguarse, por si acaso... 😉

    ¡Un abrazo, compañera!

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    1. Hola, Miguel:

      Tienes toda la razón, ciertos patrones se repiten a lo largo de la historia, y las innovaciones suelen generar resistencias en muchas personas. Seguro que recuerdas cuando comenzó a venderse el microondas, que habían algunas voces, incluso de personajes famosos, que decían que generaba todas las enfermedades del mundo.

      Ahora sucede con la IA y la robótica, y es probable que en el fututo la realidad virtual también tenga una presencia más importante. Y no tenemos ni dea de cómo nos va a influir, pero yo sí creo que va a cambiar bastante el mundo, de maneras que ni siquiera imaginamos.

      Como tú dices, da la impresión que los ciclos se repiten. Ahora basta ver lo que ocurre con todo el auge del fascismo y la gran resonancia que hay con lo que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial: genocidios, amenazas de invasión a otros países y personajes esperpénticos con demasiado poder. No sé si la historia se va a repetir, yo tengo la esperanza que no, porque el mundo actual no es el mismo que el de esa época. Quizá, todo quedé en una guerra de aranceles, que ya puede hacernos bastante daño.

      La historia sirve para saber de dónde venimos, para intentar no cometer los mismos errores, para saber que todos los imperios y las culturas han acabado cayendo, y valorar cuánto hemos avanzado, aunque sigamos siendo unos bárbaros en algunos momentos.

      A mí me asombra, la poca cultura histórica que tiene la gente en general y especialmente los jóvenes. Me parece terrorífico, porque eso tiene consecuencias y a la vista está en la actualidad.

      Vaya rollo acabo de soltar, madre mía. Voy a santiguarme yo también.

      Gracias. Un abrazo de buenas noches :-)

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    2. ¡Beatriz!
      A ver si va a ser verdad eso de que yo tengo la fama… ¡pero no soy el único que se embala escribiendo! 😄

      Contigo al cien: la historia tiene ese tic de repetirse con máscaras nuevas. A veces parece que vamos en un tren circular, pasando por las mismas estaciones con distinto cartel. Y como tú, quiero pensar que algo hemos aprendido… aunque el vagón de la memoria siga medio vacío.

      Ahora, con la IA, la cosa cambia. Ni quienes llevamos años siguiéndole el pulso conseguimos ir a su ritmo. Va tan rápido que a veces parece que la máquina somos nosotros. Pero bueno, no me pongo intenso, que esto iba de trenes y no de vértigos. 😅

      Me bajo en la próxima, pero dejo billete para el siguiente viaje.

      ¡Un abrazo ferroviario y rebelde!

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