miércoles, 28 de mayo de 2025

Jean François Champollion: la voz de Egipto

Jean François Champollion cambió para siempre la imagen del antiguo Egipto. Su talento para los idiomas y su incansable pasión por el país de las piramides lo llevó a descifrar los misterios de la escritura jeroglífica, un enigma que había desafiado a todos los estudiosos. Gracias a su trabajo con la Piedra Rosetta, Champollion logró desbloquear el código de los antiguos faraones, abriendo la puerta a un mundo de cultura, historia y conocimiento que permanecía oculto.

El nacimiento de Jean François fue problemático. Cuando su madre está embarazada de cinco meses cae muy enferma. El médico le comunica a su padre que es muy posible que ni la mujer ni el niño sobrevivan, la medicina ya nada puede hacer y todo está en las manos de Dios.

Desesperado ante la situación, el padre busca ayuda en un conocido curandero de la región. El hombre escucha pacientemente su relato y decide visitar a la mujer enferma. Al reconocer su estado, actúa sin demora y pocas horas después regresa con un saco lleno de hierbas silvestres y le indica que las caliente hasta alcanzar una temperatura tibia. Luego, debera esparcirlas sobre la cama para que su esposa repose sobre ellas, confiando en que la naturaleza haga su trabajo.

La mujer así lo hace, se tumba sobre las hierbas y así pasan tres días más sin que nada nuevo suceda. Su marido, atrapado entre la ira y la angustia, murmura sin cesar convencido de que el maldito curandero le ha engañado. Por momentos, trata de aceptar la inevitable muerte de su esposa, para al instante siguiente, volver a atrapar la esperanza y confiar en un milagro.

Y al cuarto día, el esperado milagro ocurre. La mujer abre los ojos por la mañana, ve a su marido dormido en la silla y se levanta despacio. Los dolores y la fiebre han desaparecido. La casa está hecha un desastre, así que se pone a ordenar de inmediato. Los ruidos despiertan a su esposo, que la observa con incredulidad al verla de pie y llena de energía. Apenas puede creerlo. Sin dudarlo, sabe que debe ir a darle las gracias al extraño curandero. Aunque él no ha creído nunca en esas cosas, la realidad es innegable: aquel hombre ha salvado la vida de su mujer y la de su hijo.

El curandero recibe su agradecimiento en silencio y, tras una breve pausa, pronuncia unas palabras que dejan perplejo al futuro padre de Jean François:

-- No te inquietes -dice con calma-. Tu hijo nacerá sano y fuerte. Cuando se convierta en adulto, iluminará a la humanidad. Será un hombre reconocido y amado por todos, y su nombre quedará grabado en la historia.


Jean François Champollion


A pesar de los esfuerzos por mantenerse optimistas, los padres siguen angustiados. Los médicos les advierten que existe una alta probabilidad de que el niño nazca con algún problema de salud, debido a la enfermedad que sufrió la madre.

Y por fin llega el día. El 23 de diciembre de 1790 nace Jean François Champollion. El médico lo examina una y otra vez, no sale de su asombro, el niño parece que está sano.

Desde pequeño, Jean François comparte un vínculo especial con su hermano mayor, Jacob, al que adora y considera su guía y referente, a pesar de los doce años que los separan. Jacob cuida de él, ya que su madre estará siempre delicada de salud y su padre, debido al trabajo, está casi siempre ausente.

Jacob es un apasionado de la arqueología y la historia antigua, y le contagia a su hermano esa pasión. Con tan solo once años, Jean François comienza a aprender todo lo relacionado con las lenguas orientales. A lo largo de su vida dominará doce idiomas, entre ellos el árabe, el chino antiguo, el sirio, el copto, el latín, el hebreo y el griego.


En 1799, en la localidad de Rosetta, soldados franceses del ejército de Napoleón encuentran una imponente piedra con inscripciones grabadas en una de sus caras. Es la Piedra Rosetta.

Durante aquellos años, la Piedra Rosetta se convierte en un tema de conversación constante entre los estudiosos, quienes se esfuerzan por desentrañar sus misterios y descifrar sus jeroglíficos y grabados. Jean François, a punto de cumplir 18 años, se encuentra con la primera traducción y, de inmediato, detecta errores en la interpretación; advierte que no están siguiendo el camino correcto. Sin embargo, sabe que aún le queda mucho por aprender y debe tener paciencia.

A los 23 años publica su primer libro sobre Egipto, mientras sigue con su incansable búsqueda para descifrar los misterios de la Piedra Rosetta. Su pasión lo impulsa a continuar sus investigaciones, incluso cuando se ve obligado a huir de París tras ser acusado de simpatizar con el regimen napoleónico.


La Piedra Rosetta


Hasta entonces, en la Piedra Rosetta se habían logrado identificar una especie de cartuchos con inscripciones en su interior, y se tenía plena certeza de que uno de ellos contenía el nombre de Ptolomeo V. Más tarde aparecerían los nombres de Cleopatra, Ramses o Tutmosis.

Jean François se dedica con fervor a la traducción, pese a que su vista ya está seriamente afectada. Podía pasar hasta veinte horas diarias inmerso en sus investigaciones, desafiando no solo al agotamiento, sino también a las precarias condiciones de iluminación de la época, que solo agravaban su deterioro visual.


Y por fin llega el ansiado día. Estamos en septiembre de 1822, en París. Jean François, presa de la emoción, corre hacia el Instituto de Francia, donde trabaja su hermano. Al abrir la puerta de su despacho, apenas puede pronunciar las palabras que cambiarán la historia: ¡He logrado descifrar la Piedra Rosetta! Con la euforia y el agotamiento acumulados, su cuerpo no resiste más y se desploma sobre el suelo.

Unos días más tarde, completamente restablecido, presenta sus hallazgos ante la prestigiosa Academia de Inscripciones de París. Como era de esperar, no son bien recibidos por los más conservadores de la época. Sin embargo, con el tiempo no tuvieron más remedio que reconocer a Jean François Champollion como el mayor egiptólogo de su generación. Seis años después, su perseverancia da frutos y logra obtener los fondos necesarios para emprender una expedición científica a Egipto por primera vez, haciendo realidad el sueño que lo había impulsado toda su vida.

Desde que era un niño, Champollion solía decir: Yo soy parte de Egipto, y siempre he sabido que él me espera.

La prometedora carrera de este erudito se ve abruptamente interrumpida cuando, con apenas 41 años, un ataque al corazón pone fin a su vida. Sin embargo, entre los logros del joven investigador, siempre quedará el haber sido una figura clave en la recuperación del lenguaje y la historia de una civilización que alcanzó su esplendor hace milenios.

Jean François Champollion rescató al antiguo Egipto, devolviéndole la voz y el alma a una cultura que el tiempo había condenado al silencio.

Beatriz Moragues - Derechos Reservados



Para saber más




8 comentarios:

  1. Hola, Beatriz, jo, qué historia más buena. Impresionante lo del curandero y el presagio que hizo, sorprendente. Y el trabajo de este hombre, incansable, como para no ser reconocido mundialmente, traducir la piedra Rosetta es labor de chinos, como poco. Qué lástima que la vida se lo llevara tan pronto, seguro que hubiera sorprendido al mundo con más proezas.
    Un abrazo. :)

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    1. Hola, Merche. Muchas gracias por tu comentario. Me alegra que te haya gustado la historia, la verdad es que Champollion tenía un talento y una perseverancia fuera de lo común. Y su trabajo con la Piedra Rosetta… increíble, digno de un reconocimiento eterno. Es una pena que su vida fuera tan corta, seguro que nos habría dejado aún más descubrimientos fascinantes.
      Un abrazo 🤗

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  2. Hola Beatriz, que historia más emocionante, cuanto talento, y pensar que no pensaban que fuese a nacer sano.
    Lástima que se fuera tan pronto. Pero desde luego un personaje digno de reconocimiento.
    Un abrazo 🤗

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    1. Hola, Dakota. Sí, es increíble como algunas personas, aunque estén poco tiempo en esta vida, logran dejar una huella imborrable. Sin duda, el talento y la historia de Champollion merecen ser recordados siempre.
      Gracias. Un abrazo 🤗

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  3. Buenas Beatriz!!
    Champollion ya me caía bien por lo de descifrar geroglíficos, pero ahora, sabiendo como entró y salió de la vida, me parece su existencia como un paréntesis entre dos milagros (o catástrofes..).
    Descifrar la piedra Rosetta..un genio que casi no nace y que apenas tuvo tiempo para explicarnos lo que los faraones llevaban milenios guardando..tiene su mérito.
    Lo has contado con mucho arte. Ahora tengo ganas de aprender jeroglíficos, por si algún día quiero dejar un mensaje que solo entienda alguien dentro de 2000 años
    Un abrazo, con las letras bien puestas

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    1. Hola Finil. Champollion tuvo una vida de película, con ese destino que parecía jugar con él a su antojo. No tuvo una vida muy larga, pero dejó una huella en la historia inmensa. Es como si el destino hubiera decidido que debía vivir a toda costa, solo para reclamarlo en cuanto cumplió su misión más importante.

      Te mando un abrazo bien descifrado, pero tú mándame una chuleta con el jeroglífico que vas a esconder. No vaya a ser que me reencarne dentro de 2000 años y tenga que pasarme otra vida descifrando tu ocurrencia... Mejor llegar con ventaja. 😆 😇 🤗

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  4. ¡Hola, Beatriz!

    Siempre me ha fascinado la cultura egipcia, pero reconozco que sabía poco de Champollion más allá de su vínculo con la Piedra Rosetta. Gracias a tu entrada he descubierto no solo la magnitud de su logro, sino también la historia tan humana que hay detrás de su vida: su infancia complicada, el vínculo con su hermano, su pasión incansable pese a las dificultades… Todo eso lo has contado de una forma muy cercana y emocionante. Engancha desde el principio, tal cual.

    También me ha encantado cómo has dado forma a la historia como un relato lleno de detalles que hacen que Champollion cobre vida y su esfuerzo nos resulte aún más admirable. Leyéndote, uno entiende que su trabajo no fue solo un avance para la egiptología, sino un acto de entrega y amor por el conocimiento.

    Una lectura apasionante, Beatriz. Muchas gracias por acercarnos de esta manera tan amena a una figura tan importante.

    ¡Un fuerte abrazo, compañera!

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    1. Hola, Miguel. Muchas gracias por tus palabras. Me alegra que mi artículo te haya permitido descubrir la historia más humana detrás de Champollion. Para mí, siempre ha sido fascinante no solo su genialidad, sino también su pasión inmensa por el conocimiento.

      Un abrazo fuerte 🤗

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