Poeta, filósofo, religioso y astrónomo.
Giordano Bruno se interesó por distintas ramas del conocimiento, su amplitud de
miras y su inteligencia, fueron siempre por delante de las encorsetadas y
estrechas ideas que predominaban en el siglo XVI.
Estatua de Giordano Bruno en la plaza romana
de Campo dei Fiori, donde fue quemado vivo |
La singular forma que tiene de enfrentar los
temas, resulta sumamente incómoda para quienes están asentados en una ortodoxia
inamovible. Su visión de la religión es distinta, en su celda del convento no
quiere imágenes de santos y vírgenes, conformándose con un Jesús crucificado en
sus desnudas paredes. Asimismo, afirma que los pecados de la carne no son tan importantes
y que la iglesia no debe prestarles tanta atención.
Muy pronto es denunciado a la Inquisición, pero
afortunadamente la denuncia no prospera. Bruno sigue con sus estudios de
teología, que concluye a los 28 años de edad.
Su curiosidad es insaciable y lee con pasión escritos
de ciencia, alquimia y astronomía. Descubre a Copérnico, que ya estaba prácticamente
olvidado y arrumbado por sus atrevidas ideas. Poco a poco, en la mente de Bruno
comienzan a germinar conocimientos que chocan de frente con la doctrina de la
iglesia. Se resiste a creer que el centro del universo sea la Tierra, pero
llega mucho más allá. Asegura que la Tierra no es el único mundo que Dios ha
creado, que el universo es infinito y que alberga multitud de mundos como la
Tierra. En ellos podían existir otros mesías, como Jesús de Nazaret, que
adorasen a otros dioses. Lo escandaloso de esas afirmaciones en el siglo XVI,
provocó que sus enemigos fueran aumentando con rapidez.
Pero su atrevimiento no quedó ahí, como remate afirmó
que la transustanciación que defendía la iglesia, por la cual el vino y el pan
de la Eucaristía se convierten en la sangre y el cuerpo de Jesús, era falsa,
era imposible. Estas palabras terminaron con la paciencia de sus enemigos, al
mismo tiempo que les daban más argumentos para su detención inmediata. Por vez
primera, Giordano Bruno comprendió hasta qué extremo su vida corría peligro y
huyó a Nápoles. Su visión tan amplia de la vida y el universo, le enfrentó a
todas las religiones, ganándose la hostilidad tanto de calvinistas, como de católicos
y luteranos.
A partir de ese momento, su vida se convierte
en una huida continua, llevándole a visitar Milán, Génova, Venecia, Padua, Turín,
Ginebra, París, Lyon, Praga, Zúrich, Londres y Roma. Conoce a filósofos,
pensadores y nobles, incluso a la misma reina Isabel I de Inglaterra.
En 1591, el noble veneciano Giovanni Mocenigo,
le comunica su admiración y su deseo de que se traslade a Venecia. Los amigos
de Bruno están en desacuerdo con ese viaje, le advierten que no es buena idea
volver a Italia y que puede tratarse de una trampa, pero el brillante filósofo
desoye sus consejos. Un año más tarde, Mocenigo le denuncia a la Inquisición Veneciana,
que lo detiene y decomisa sus libros y demás pertenencias. En 1593 es entregado
a la Inquisición Romana, mucho más rígida que la de Venecia.
Relieve de bronce del proceso
de Giordano Bruno
|
Ocho largos años pasa Giordano Bruno
encarcelado en los calabozos de Roma, conocidos y temidos por los malos tratos
y las torturas que sufren los presos. A Bruno le instan varias veces a que se
retracte de sus palabras, a que reniegue de sus ideas, pero el filósofo siempre
se niega a ello, a pesar del mal estado físico en el que ya se encuentra.
El 4 de febrero del año 1600, Giordano Bruno es
condenado por hereje a ser quemado vivo, y todos sus libros también deben arder
en la plaza de San Pedro. Son famosas las palabras que pronunció al escuchar el
veredicto: “El miedo que sentís al imponerme esta sentencia, tal vez sea mayor
que el que siento yo al aceptarla”.
El 19 de febrero, a las cinco y media de la
mañana, fue conducido a la plaza romana de Campo dei Fiori, para ser ejecutado.
Antes de prender la pira, un monje le acercó un crucifijo, pero Giordano Bruno
lo rechazó.
Este hombre brillante, de mente abierta y de
inteligencia muy superior a sus verdugos, fue quemado vivo por no ajustarse a
la estrecha mentalidad religiosa de su época. Sus cenizas fueron arrojadas al río
Tíber. En el año 2000, la iglesia pidió perdón por haber quemado vivo a
Giordano Bruno.
Beatriz Moragues - Derechos Reservados
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