Rodrigo Calderón de
Aranda y Sandelín, fue uno de los personajes más relevantes del reinado de
Felipe III. Corrupto y ávido de riquezas y poder, su final fue, quizá, más cruel de lo que se merecía.
Rodrigo Calderón nace
en Amberes en 1576, aunque también se baraja la fecha de 1570. Su padre es el
capitán de la armada Francisco de Calderón y Aranda y su madre, que procedía de
una familia noble alemana, María de
Aranda y Sandelín.
El pequeño pierde a su
madre a una edad muy temprana. Al pasar del tiempo, este suceso, junto a la
segunda boda de su padre, provoca que Rodrigo acabe de paje del Vicecanciller
de Aragón. Pero permanece en este puesto poco tiempo, para luego pasar a conocer
a quien cambiará su vida para siempre. En 1598 ya está prestando sus servicios
a don Francisco de Rojas y Sandoval, duque de Lerma, primer ministro y valido
del rey Felipe III.
Rodrigo intenta estar
lo más cerca posible del duque, hasta que consigue que le confíe unos trabajos
administrativos. El paje los resuelve con tal prontitud y eficacia, que su
señor comienza a pensar que quizá ese joven le sea más útil como ayudante para
resolver los trámites administrativos. Así empieza la escalada fulgurante de
Rodrigo Calderón, siempre al lado de su protector, el duque de Lerma.
En poco tiempo consigue
un enorme prestigio, tan solo le es necesario algún título más para
consolidarlo definitivamente. Es así como el duque de Lerma le facilita el
contacto con doña Inés de Vargas Carvajal y Trejo, Señora de la Oliva, con
quien se une en matrimonio en marzo de 1601, pasando a ser Conde de Oliva.
Rodrigo Calderón estaba
en lo más alto, su riqueza aumentaba por momentos. En su poder se encontraban
las mejores pinturas, joyas, ropajes y armas. Tanta fortuna y en tan poco
tiempo, se le subió al conde a la cabeza, convirtiéndole en un individuo
prepotente, orgulloso y poseedor de una codicia sin límites. Al mismo tiempo,
sus detractores iban aumentando día a día.
Un suceso inesperado
comienza a complicarle la vida a Calderón. La reina Margarita fallece por
complicaciones en su último parto en octubre de 1611, y los enemigos del conde
intentan involucrarle en su muerte. No lo consiguen, y Rodrigo todavía recibirá
más honores por parte de la realeza, como el título de marqués de Siete
Iglesias. Sin embargo, la desgracia ya le acechaba y sus contrarios solo
esperaban el momento oportuno para verle caer.
Llega un momento en que
Felipe III, ante la insistencia de los que a su alrededor le advierten del comportamiento indebido del
duque de Lerma y del marqués de Siete Iglesias, decide retirarles su apoyo. El
duque, sospechando lo que ocurrirá a continuación, se marcha e intenta
protegerse, pidiendo al Papa que le nombre cardenal. Roma accede y el rey le
concede también permiso para que se traslade a la ciudad de Lerma, donde posee
varias propiedades.
Sin embargo, Rodrigo
Calderón, quizá demasiado impregnado de prepotencia y creyéndose intocable,
hace oídos sordos a todas las voces que le aconsejan que ponga tierra de por
medio entre él y sus enemigos, que se oculte, que se proteja. Los ignora a
todos, y con esa actitud cava su propia tumba.
La
caída de Rodrigo Calderón
La madrugada del 19 de
febrero de 1619 detienen a Rodrigo Calderón en nombre del rey, y comienza para
él un calvario que tendrá el peor de los desenlaces. Al mismo tiempo que lo
apresan, le embargan todos sus bienes.
Está un tiempo en
prisión y después lo trasladan a su propio domicilio, donde está preso hasta
que llega su final. Le acusan de hechicería, de tráfico de influencias, de
apropiación indebida, de traición y de los asesinatos de un monje, de un
soldado llamado Francisco Xuara y de la propia reina Margarita. Él solo admite
haber ordenado la muerte de Xuara, pero niega todo lo demás. Para intentar
hacerle confesar le someten a terribles torturas, pero Rodrigo no cambia su
confesión.
El juicio se prolonga
durante más de dos años y aunque no se encuentran pruebas reales que lo incriminen,
excepto en el asesinato del soldado que él ya había admitido, le condenan a
muerte, además de desposeerle de todos sus títulos y posesiones.
A finales de marzo de
1621 fallece Felipe III a causa de unas fiebres. Rodrigo sabe que su condena no
tiene vuelta atrás a partir de ese momento. Sin embargo, un último resquicio de
esperanza le empuja a escribirle una carta a Felipe IV, suplicando su clemencia.
El rey le ignora.
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Sepulcro de Rodrigo Calderón de Aranda y de su mujer Inés de Vargas, en el convento de Porta Coeli, Valladolid |
Rodrigo Calderón de
Aranda muere ejecutado en la Plaza Mayor de Madrid, a manos del verdugo Pedro
de Soria, el 21 de octubre de 1621. Es trasladado en principio a la Iglesia del
Carmen de Madrid, donde le entierran en un simple túmulo, sin ningún tipo de
distinción especial. Años más tarde, su cuerpo se traslada al convento de Porta
Coeli, en Valladolid.
La corrupción en la
corte de Felipe III estaba bastante extendida y se permitía en cierta manera,
mientras no se hiciese alarde de la riqueza obtenida de un modo ostentoso y
llamativo. Rodrigo Calderón se distinguió precisamente por su manera de llamar
la atención, sin ningún tipo de límite ni vergüenza. Y esa actitud le llevó a
la muerte.
Beatriz Moragues - Derechos Reservados
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