martes, 14 de enero de 2025

Juana de Arco: de campesina a heroína de Francia

Juana de Arco, también conocida como la Doncella de Orleans, es una figura legendaria que cambia la historia de Francia. Nacida en el año 1412, acaba liderando al ejército francés en su lucha contra la ocupación inglesa en la Guerra de los Cien Años. Una vida corta, pero intensa, que la lleva a lo más alto junto a Carlos VII, para a continuación caer en la más absoluta de las desgracias.

Francia es en esos tiempos un país dividido, los ingleses luchan por conseguir sus territorios y se desencadena una de las guerras más largas de la historia, La Guerra de los Cien Años, que duró en realidad 116.

Juana de Arco

Juana no sabe leer ni escribir, pero está segura que recibe mensajes divinos y su deber es ayudar a Carlos VII para que consiga su meta: ser coronado rey. Nadie la cree al principio, pero su determinación y empeño, acaban por convencer al mismísimo Delfín de Francia.

Estamos en el siglo XV y la atmósfera que se respira está impregnada de espiritualidad y magia, por lo que la figura y el mensaje de Juana es acogido con cierta naturalidad. A esto hay que unir también, la desesperación de las tropas francesas y del propio Carlos VII ante las derrotas que están sufriendo a manos de los ingleses. Pero empecemos por el principio.


Juana de Arco y las voces de Dios


Juana asegura que desde que es una adolescente de 13 años oye voces en su cabeza, y cree que esas voces proceden de Dios. Estamos en 1425 y todo empieza una mañana en el interior de una iglesia, cuando le llegan voces desde el altar, pero no dice nada y lo oculta, tiene miedo de lo que puedan pensar de ella. Sin embargo, sabe que el mensaje es claro y que le comunica que jugará un papel fundamental en la historia de Francia y que su deber es ayudar a Carlos VII.

Tres años más tarde, Juana decide una mañana buscar el campamento de los franceses y comunicarle a su capitán su deseo de hablar personalmente con el Delfín. Así lo hace, pero el soldado no le presta demasiada atención, le dice que es una niña y que regrese a su casa, que es donde debe estar.

Juana de Arco
Pintura de Eugène Thirion

Han trascurrido unos pocos meses, Juana tiene 16 años, y en pleno invierno, regresa de nuevo al campamento francés, ha recibido nuevos mensajes del arcángel Miguel, de santa Margarita y de santa Catalina, y sabe que tiene que cumplir su destino. Esta vez, la joven se muestra tan insistente y segura, que los soldados se quedan asombrados y el capitán decide hablar con Carlos VII para intentar que reciba a Juana. Así ocurre, y el Delfín se conmueve con las palabras de la joven. Las cosas van tan mal para su ejército, que piensa que no tiene nada que perder y decide arriesgarse. Quizá sea verdad, quizá Juana es una enviada de Dios.


Juana de Arco al frente del ejército francés


El Delfín le ofrece a Juana unos cuantos cientos de soldados y les ordena que la sigan. Los hombres están desmoralizados por tanta derrota, pero se dejan convencer por las palabras y la fe de la joven, y sienten como la ilusión de la victoria vuelve a renacer en ellos.

La noticia corre como la polvora, una joven doncella está guiando a los soldados franceses. El pueblo está expectante, esperanzado de nuevo, y hombres de todos los lugares desean unirse al ejército de Juana y luchar por Francia junto a ella.

Juana de Arco

Juana y sus soldados van conquistando una por una las posiciones enemigas, haciendo retroceder a los ingleses, que en algunos casos ni siquiera presentan batalla. La euforia se apodera del ejército francés, ya no tienen duda de que Dios les acompaña. Y por fin, el siete de mayo de 1429, los franceses recuperan la fortaleza de Orleans, a pesar de luchar en desventaja.

La noticia recorre todo el país y el pueblo está tan asombrado como el propio Carlos VII, que en julio de ese mismo año es coronado rey de todos los franceses en la Catedral de Reims.


Juana de Arco es apresada


Juana sigue con sus batallas, aunque va enfrentándose a algunas derrotas. Y en la primavera de 1430 ocurre lo que los ingleses están deseando desde hace tiempo, Juana es capturada y hecha prisionera. Saben que ella es la causa de sus derrotas y le tienen un inmenso odio, que hará que adopten medidas extremas y se salten las leyes a su conveniencia.

En un principio, Juan de Luxemburgo, el duque de Borgoña, le proporciona un buen trato, pero unos meses más tarde, es entregada a otras manos e interrogada y encarcelada de manera cruel. Hasta que llega un juicio injusto, donde se vulneran sus derechos de mil maneras. Sus verdugos tienen claro que Juana debe desaparecer. Aunque ella asegura, una y otra vez, que solo cumplió la voluntad de Dios, es acusada de herejía y condenada a morir en la hoguera.

Juana de Arco

Y llega el fatídico día, el 30 de mayo de 1431. El centro de la plaza del Mercado Viejo de Ruán lo ocupa una inmensa pira y allí, maniatada e indefensa, Juana de Arco. Se cuenta que algunos de sus soldados intentaron salvarla, pero llegaron tarde. Carlos VII no pudo, o no quiso, defendar a aquella joven que le había llevado a la victoria y a convertirse en rey de Francia. Juana tenía tan solo 19 años, y sus cenizas fueron arrojadas al río Sena.

Más de veinte años después, la iglesia  examinó con lupa el proceso y descubrió cientos de irregularidades. En 1909 fue beatificada, y en el año 1920 declarada santa por el Papa Benedicto XV.

Beatriz Moragues - Derechos Reservados


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