Hades: el señor del inframundo

En la mitología griega, Hades es el dios de un reino oscuro y una de las figuras más temidas por los mortales. Se le conoce también como El Invisible y es representando a menudo junto a Cerbero, el perro de tres cabezas que cuida las puertas del infierno. Su equivalente en la mitología romana es Plutón.

Hades es uno de los hijos de los Titanes Cronos y Rea. Sus hermanas son Hestia, Deméter y Hera; y sus hermanos, Poseidón y Zeus. Cuando consiguen arrebatarle el poder a su padre, Cronos, los tres hermanos se echan a suertes para decidir qué parte del mundo gobernaría cada cual. A Poseidón le corresponden los mares, a Zeus los cielos y Hades se queda con los reinos subterráneos del inframundo.

Hades es uno de los dioses que más inquietud y rechazo produce entre los mortales, de hecho, no existe ningún templo dedicado a él y se dice que es mejor no nombrarle siquiera. Fue quien estableció la manera de honrar a los muertos y las pautas a seguir en los funerales y entierros.

Este peculiar dios se hace acompañar, en ocasiones, por las tres Erinias: Alecto, Tisifone y Megera. Son seres con una apariencia pavorosa, como no puede ser de otro modo en el mundo de las tinieblas. Visten una capa oscura manchada con gotas sanguinolentas, llevan látigos cuyos extremos son aguijones de escorpión y su cabello está repleto de serpientes. Cuando cruzan al mundo de los vivos, los humanos que se encuentran con ellas las llaman "las benevolas", ya que existe la creencia de que cuando a los poderes sombríos se les nombra de manera positiva, su deseo de hacer el mal disminuye o desaparece.

El reino de Hades

El reino de este dios es el inframundo, donde van los mortales cuando mueren. Vigila su puerta Cerbero, un perro de tres cabezas que cuida que nadie vuelva a traspasar la puerta una vez que ha entrado.

Las almas de los difuntos atraviesan el río Aqueronte, que es uno de los cinco ríos del inframundo. Cualquiera que intente cruzarlo se hundirá en sus aguas, excepto el barquero Caronte, cuya misión es llevar a las almas a su destino, no sin antes comprobar que sus familiares han pagado la moneda correspondiente para que esto suceda. Si no es así, las almas deambularán por la Tierra como fantasmas por toda la eternidad, y los familiares deberán hacer ofrendas a los dioses para que los muertos no vayan a su encuentro y les reprochen no haberles hecho un funeral adecuado.

El rapto de Perséfone

Hades está siempre solo, su morada y su persona destilan algo fúnebre, y no hay diosa a la que pueda convencer para que comparta su vida con él, aunque las intenta seducir con su fortuna. Cuando se enamora de Perséfone, ya cansado de ir de fracaso en fracaso, decide secuestrarla y convertirla en su compañera en el inframundo.

El dios abre un agujero en el suelo y mientras Perséfone está entretenida cogiendo flores en el campo, la rapta y se la lleva con él a las profundidades. Su madre, Deméter, no se da cuenta en un primer momento, pero cuando se percata de lo que ha ocurrido renuncia a sus obligaciones como diosa de la agricultura y la Tierra va quedando poco a poco yerma y sin vida, lo que provoca una hambruna inevitable entre los mortales. Los dioses hablan con ella y le piden que cese en su empeño, que no es justo que la humanidad sea castigada por los actos de Hades, pero Deméter se niega a cambiar su posición un ápice si su hija no regresa al mundo de los vivos.

Zeus manda a Hermes al inframundo, para que ordene  al dios subterráneo que libere a Perséfone. Hades accede, porque tiene la seguridad de que su amada volverá, ya que ha comido un grano de granada y está unida para siempre al dios y a su mundo oscuro. Ante este hecho, Zeus propone que Perséfone pase el otoño y el invierno en el inframundo, para volver a la Tierra en primavera y verano. Deméter accede, ante la posibilidad de perder para siempre a su hija.

Beatriz Moragues - Derechos Reservados

Para saber más

Mitología - C. Scott Littleton (Editorial Blume)
Mitologías del mundo - Fernand Comte (Editorial Vox)