La música existe desde el principio de los tiempos. La naturaleza es música: el sonido del agua entre las piedras, el trueno de la tormenta, el repiquetear de la lluvia en el pavimento, el viento silbando entre los árboles. Nuestros antepasados convivían con esa música, formaba parte de sus vidas y para ellos era esencial.
La música también estaba muy presente en los
rituales antiguos, en esa unión entre el cielo y la tierra, en el deseo de
acercarse a los dioses y comunicarse con ellos.
Magnificaba los momentos importantes, y lo sigue haciendo en la
actualidad.
La música en tiempos pasados
Nuestros antepasados eran capaces de hacer
música con instrumentos rudimentarios: con el hueso de un buitre, con una
concha, con cañas, con troncos o con una piel tensada de animal, a modo de
tambor. Estos restos se han localizado mayormente en cuevas y aparecen
relacionados con rituales para favorecer la caza.
Pero el canto y la danza también eran parte de otros
rituales: para propiciar la lluvia, atraer la suerte en la batalla o mejorar la
salud de personas y animales. El sonido y el movimiento eran sinónimo de vida,
mientras que la inmovilidad y el silencio representaban la muerte.
En el Neolítico la música estaba en manos de
hechiceros y nigromantes, que la utilizaban para exorcizar demonios.
Asimismo, se han encontrado signos musicales
grabados en piedra que datan de la Antigua Grecia, era su manera de recordar
una melodía. Obviamente, nada tenían que ver con las notas musicales actuales.
La música en la antigüedad estaba reservada a
las clases altas e iba unida, en muchas ocasiones, a la poesía. Los filósofos,
los sacerdotes y los poetas eran sus más importantes representantes.
Pero además de las clases altas y los
religiosos, la música también estaba presente entre la gente normal, en el
pueblo llano. Los trabajadores cantaban al realizar las labores agrícolas, y
así queda plasmado en la poesía del Antiguo Egipto o en la epopeya de
Gilgamesh. En Mesopotamia los músicos eran personas de una gran influencia, que
acompañaban al monarca en diversos momentos importantes.
En Occidente, los cantos gregorianos van muy
unidos a la religión católica, en su intención de glorificar a Dios. Más tarde,
en el Renacimiento, ya aparecen en Europa la música barroca y la música
flamenca.
Pero no solo la religión católica se ha
interesado por la música, los hindúes afirmaban que su creación se debía a
Brahma; los griegos a Apolo o a Orfeo; los egipcios al dios Osiris; y los
judíos a Júbal, un descendiente de Caín y antepasado de todos los músicos que
utilizan la flauta o el arpa.
El origen de la música en el mundo occidental
lo encontramos en la Antigua Grecia, donde formaba parte del día a día y de la
educación de los jóvenes espartanos, y donde ya se utilizaban instrumentos como
la cítara, la flauta o el arpa. En Creta, cuando un músico fallecía era
introducido en la sepultura junto a una copia, realizada en arcilla, de un
instrumento musical.
Muchas de las familias bien posicionadas
económicamente tenían a su servicio un maestro de baile e incluso una
habitación de la casa destinada exclusivamente a la danza.
Para Aristóteles era obvio la manera en que la
música influía en las emociones de las personas, por lo que consideraba
esencial que estuviera presente en la educación de los jóvenes.
En la época helenista la música sigue avanzando
y se va transformando de algo relacionado con la vida espiritual del ser
humano, a simplemente un modo de entretenimiento.
La música llega a todas las personas
Es en el Renacimiento cuando la música
experimenta su mayor crecimiento y, con la aparición de la imprenta, aumenta
notablemente el uso de las partituras. A partir de 1600 aparecen figuras tan
conocidas actualmente como Johann Sebastian Bach y Vivaldi.
Es la iglesia la que durante mucho tiempo ampara a la música, dando un aura religiosa a las composiciones musicales. Sin embargo, poco a poco van surgiendo otros personajes influyentes que desean invertir su dinero en ayudar a los músicos, y esta rama del arte va separándose paulatinamente de la religión.
Ya en el siglo XX encontramos autores como
Stravinski, Puccini, Albéniz, Ravel, Manuel de Falla o Strauss. Pero dicho
siglo es inmensamente rico en estilos musicales como el blues, el funk, los
ritmos latinos, el tango, el jazz, el góspel, el rock y el flamenco.
Aunque es, sin duda, la radio y la televisión las
que convierten la música en un fenómeno que llega a todas las personas. Gracias
a ellas, grandes figuras como Michael Jackson, los Beatles, Madonna, Frank
Sinatra o Elvis Presley, son parte ya de la historia de la música.
Las orquestas de prisioneros en los campos de concentración nazis
Las orquestas de prisioneros actuaban diariamente
en los campos de concentración. Tenían varios significados. Para muchos
prisioneros eran un desahogo y una manera de hacer más llevadera la vida en
aquel infierno, pero los nazis también la utilizaban para infundir terror, para
humillar a los cautivos y para amenizar las visitas oficiales.
Los guardias obligaban a los prisioneros a que fueran cantando hacia los lugares dedicados a los trabajos forzados, las orquestan también tenían que tocar cuando llegaba un tren repleto de personas cuyo fin era la muerte en las cámaras de gas e igualmente se les forzaba a acompañar las ejecuciones públicas. Auschwitz tuvo varias orquestas, entre ellas una de mujeres.
Música: emociones y matemáticas
La música ha acompañado la felicidad y la
desgracia de los humanos desde el principio de los tiempos, y distintos
compositores también han intentado con ella hacer un mundo un poco mejor.
Canciones como My name is Luka, de Suzzane Vega, ya hablaba de la
violencia de género en la lejana década de 1980; Streets of Philadelphia,
de Bruce Sprigstein, trataba la problemática del SIDA; la famosa Imagine del
malogrado John Lennon, nos pedía que imagináramos un mundo diferente, menos
violento y cruel; y Biko, de Peter Gabriel, denunciaba el racismo.
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