lunes, 6 de febrero de 2017

Catalina de Aragón: la hija menor de los Reyes Católicos

Catalina nace el 15 de diciembre de 1485, en Alcalá de Henares. Su infancia transcurre mayoritariamente en Granada, recibiendo una exquisita educación. Estudia música, danza, historia, francés, inglés y latín, y la religión siempre estará presente en su vida.

Siendo una adolescente, sus padres deciden que por intereses políticos deben unirla al príncipe Arturo de Gales, que contaba un año menos que ella. El compromiso se firma en el Tratado de Medina del Campo, en 1489.

Catalina de Aragón

Es en agosto de 1501, cuando parte hacia Inglaterra al encuentro con su nueva vida. Solo tres meses más tarde une su destino al del príncipe Arturo. La ceremonia se lleva a cabo en Londres, en la catedral de San Pablo. Pero ese matrimonio iba a durar muy poco, pues de manera imprevista una enfermedad conocida como “la fiebre del sudor” se hace dueña de la región y tanto Catalina como Arturo se contagian. Son semanas de lucha contra una dolencia de la que poco se sabe y que está haciendo estragos. La princesa al fin consigue superarla, pero su marido pierde la batalla y deja a Catalina viuda con tan solo 16 años. Su futuro a partir de ese momento queda pendiente de un hilo.

Los Reyes Católicos intentan buscar rápidamente una solución para su hija. El rey Enrique VII ha quedado viudo y se piensa que esa puede ser una salida, que Catalina se despose con él, pero su madre se niega rotundamente, pues la diferencia de edad es de casi treinta años. Finalmente se decide que se casará con el hermano del desdichado Arturo, que más tarde se convertirá en Enrique VIII.

En 1503 se establece el compromiso entre Catalina y Enrique, pero no es hasta seis años más tarde cuando se unen en matrimonio, tras el fallecimiento de Enrique VII. Catalina tiene 23 años y Enrique 18. Sus personalidades chocan desde el principio. Enrique es juerguista, le gusta estar siempre de fiesta en fiesta. Catalina, con su educación impregnada de religiosidad, es discreta y opta por seguir en silencio las leyes de Dios.

Los siguientes años son para Catalina un rosario de embarazos, abortos y niños que apenas sobreviven unas horas o unas pocas semanas. A los 33 años tiene su último aborto. Su hija María es la única que logrará aferrarse a la vida lo suficiente para permanecer en ella.

La distancia con Enrique es cada día más patente. El rey espera anhelante un heredero que nunca llega. Sus infidelidades son cada vez más y más frecuentes, buscando sin ningún disimulo lo que Catalina es incapaz de proporcionarle. Hasta que una dama de honor de la reina se cruza en su camino, es Ana Bolena, quien se niega a compartir lecho con el monarca mientras siga casado.

Estamos en 1527, y Enrique solicita al Papa Clemente VII el divorcio, alegando que Dios le ha castigado por desposarse con la mujer de su hermano y por ello no tiene un heredero para la corona.

Monumento de Catalina de Aragón, Alcalá de Henares
Monumento de Catalina de Aragón, Alcalá de Henares

Catalina no quiere separarse, entre otras cosas porque sus creencias religiosas se lo impiden. El Papa está indeciso, hasta que comienza a recibir las presiones de Carlos I de España, tío de Catalina, para que se niegue a conceder la nulidad matrimonial a Enrique VIII. El Papa finalmente cede a las presiones del monarca español.

Cuando Enrique se entera, se enfurece, pero no está dispuesto a renunciar a sus deseos. Reniega de la iglesia católica y crea la suya propia, es así como nace la iglesia anglicana. En la primavera de 1529, Enrique consigue por fin la nulidad de su matrimonio.

La boda entre Enrique y Ana Bolena, que ya está embarazada, se celebra de inmediato. Catalina ha perdido sus apoyos y por orden del rey pasa a vivir en distintos castillos del reino, con los movimientos limitados y con la prohibición absoluta de volver a ver a su hija María. Envuelta en la tristeza, fallece a principios de 1536, con cincuenta años recién cumplidos.

Enrique VIII no permite que se le rindan honores de reina y es enterrada junto a su primer marido, en la catedral de Peterborough.

Pero el rey tampoco consigue su propósito de tener un heredero para la corona con Ana Bolena. Le da una hija, pero queda incapacitada para tener más descendencia. Enrique VIII ordena que la decapiten en la Torre de Londres, acusada falsamente de utilizar la brujería para seducirle y de conspirar para asesinarlo. Tenía 35 años.

El monarca se casó cuatro veces más, pero el soñado heredero nunca llegó, como si en verdad una maldición se hubiese cernido sobre él. O como si simplemente el destino, se negase a dar su brazo a torcer.

Beatriz Moragues - Derechos Reservados


4 comentarios:

  1. Ironías del destino el de Ana Bolena tras ser la causa de la muerte de la reina. Qué tiempos aquellos tan crueles. Muy buen post. Abrazos

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    1. La verdad es que sí, el destino tiene esas cosas. Gracias por tu comentario. Un abrazo!!

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