Catalina nace el 15 de diciembre de 1485, en
Alcalá de Henares. Su infancia transcurre mayoritariamente en Granada, recibiendo
una exquisita educación. Estudia música, danza, historia, francés, inglés y
latín, y la religión siempre estará presente en su vida.
Siendo una adolescente, sus padres deciden que
por intereses políticos deben unirla al príncipe Arturo de Gales, que contaba
un año menos que ella. El compromiso se firma en el Tratado de Medina del
Campo, en 1489.
Es en agosto de 1501, cuando parte hacia
Inglaterra al encuentro con su nueva vida. Solo tres meses más tarde une su destino
al del príncipe Arturo. La ceremonia se lleva a cabo en Londres, en la catedral
de San Pablo. Pero ese matrimonio iba a durar muy poco, pues de manera imprevista
una enfermedad conocida como “la fiebre del sudor” se hace dueña de la región y
tanto Catalina como Arturo se contagian. Son semanas de lucha contra una
dolencia de la que poco se sabe y que está haciendo estragos. La princesa al
fin consigue superarla, pero su marido pierde la batalla y deja a Catalina
viuda con tan solo 16 años. Su futuro a partir de ese momento queda pendiente
de un hilo.
Los Reyes Católicos intentan buscar rápidamente
una solución para su hija. El rey Enrique VII ha quedado viudo y se piensa que
esa puede ser una salida, que Catalina se despose con él, pero su madre se
niega rotundamente, pues la diferencia de edad es de casi treinta años.
Finalmente se decide que se casará con el hermano del desdichado Arturo, que
más tarde se convertirá en Enrique VIII.
En 1503 se establece el compromiso entre Catalina
y Enrique, pero no es hasta seis años más tarde cuando se unen en matrimonio,
tras el fallecimiento de Enrique VII. Catalina tiene 23 años y Enrique 18. Sus
personalidades chocan desde el principio. Enrique es juerguista, le gusta estar
siempre de fiesta en fiesta. Catalina, con su educación impregnada de religiosidad,
es discreta y opta por seguir en silencio las leyes de Dios.
Los siguientes años son para Catalina un
rosario de embarazos, abortos y niños que apenas sobreviven unas horas o unas
pocas semanas. A los 33 años tiene su último aborto. Su hija María es la única
que logrará aferrarse a la vida lo suficiente para permanecer en ella.
La distancia con Enrique es cada día más
patente. El rey espera anhelante un heredero que nunca llega. Sus infidelidades
son cada vez más y más frecuentes, buscando sin ningún disimulo lo que Catalina
es incapaz de proporcionarle. Hasta que una dama de honor de la reina se cruza
en su camino, es Ana Bolena, quien se niega a compartir lecho con el monarca
mientras siga casado.
Estamos en 1527, y Enrique solicita al Papa
Clemente VII el divorcio, alegando que Dios le ha castigado por desposarse con
la mujer de su hermano y por ello no tiene un heredero para la corona.
Monumento de Catalina de Aragón, Alcalá de Henares |
Catalina no quiere separarse, entre otras cosas
porque sus creencias religiosas se lo impiden. El Papa está indeciso, hasta que
comienza a recibir las presiones de Carlos I de España, tío de Catalina, para
que se niegue a conceder la nulidad matrimonial a Enrique VIII. El Papa
finalmente cede a las presiones del monarca español.
Cuando Enrique se entera, se enfurece, pero no
está dispuesto a renunciar a sus deseos. Reniega de la iglesia católica y crea
la suya propia, es así como nace la iglesia anglicana. En la primavera de 1529,
Enrique consigue por fin la nulidad de su matrimonio.
La boda entre Enrique y Ana Bolena, que ya está
embarazada, se celebra de inmediato. Catalina ha perdido sus apoyos y por orden
del rey pasa a vivir en distintos castillos del reino, con los movimientos
limitados y con la prohibición absoluta de volver a ver a su hija María. Envuelta
en la tristeza, fallece a principios de 1536, con cincuenta años recién
cumplidos.
Enrique VIII no permite que se le rindan
honores de reina y es enterrada junto a su primer marido, en la catedral de
Peterborough.
Pero el rey tampoco consigue su propósito de
tener un heredero para la corona con Ana Bolena. Le da una hija, pero queda
incapacitada para tener más descendencia. Enrique VIII ordena que la decapiten en
la Torre de Londres, acusada falsamente de utilizar la brujería para seducirle y
de conspirar para asesinarlo. Tenía 35 años.
El monarca se casó cuatro veces más, pero el soñado
heredero nunca llegó, como si en verdad una maldición se hubiese cernido sobre él.
O como si simplemente el destino, se negase a dar su brazo a torcer.
Beatriz Moragues - Derechos Reservados
Muy buena información 👏
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Dakota.
EliminarIronías del destino el de Ana Bolena tras ser la causa de la muerte de la reina. Qué tiempos aquellos tan crueles. Muy buen post. Abrazos
ResponderEliminarLa verdad es que sí, el destino tiene esas cosas. Gracias por tu comentario. Un abrazo!!
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