miércoles, 1 de octubre de 2025

El regreso de Ulises a Ítaca (1ª Parte)

Ulises, también conocido como Odiseo, no brilla por la fuerza de su espada ni por su astucia militar, sino por su inteligencia y su ingenio. Fue esa inteligencia, más que cualquier otra cosa, la que le permitió sobrevivir a la Guerra de Troya. Pero su verdadera odisea comienza después, en el largo y tortuoso regreso a Ítaca, su patria, donde lo esperan Penélope y Telémaco. A lo largo de ese trayecto, plagado de pruebas, Ulises se convierte en símbolo del ser humano enfretado a los desafíos de la existencia. No es solo un héroe griego, es el arquetipo del alma errante que busca volver a casa.

El anhelo más profundo de Ulises es regresar a Ítaca y reencontrarse con Penélope, su esposa, y con Telémaco, el hijo que apenas conoce. Tras la caída de Troya emprende el camino de vuelta, pero los dioses no le conceden un tránsito sereno. Una violenta tormenta lo desvía hacia las costas de Tracia, donde él y sus hombres saquean la ciudad de los cicones. Sin embargo, la victoria es efímera. Al caer la noche, los cicones ausentes regresan y, con furia implacable, se lanzan sobre los invasores. La batalla es sangrienta, y muchos compañeros de Ulises encuentran allí su fin. Así comienza su largo viaje de regreso, teñido de pérdidas, desafíos y una constante tensión entre su deseo de volver al hogar y las fuerzas que lo alejan de él.

Ulises y sus hombres navegan en un barco griego de vela única, enfrentando un mar agitado bajo un cielo dorado y ventoso. La vela se hincha por el viento, mientras los marineros reman con esfuerzo. Ulises, de pie con capa roja, dirige la embarcación con determinación. Un hombre sostiene una antorcha encendida que ilumina la escena con luz cálida. Las olas golpean el casco del barco, y el cielo, parcialmente despejado, sugiere una mezcla de tormenta y esperanza.

Tras escapar con vida de Tracia, se ven arrastrados por los vientos hacia las costas de Libia y más tarde hacia una tierra aún más inhóspita: el país de los cíclopes. Allí habitan gigantes solitarios, de fuerza descomunal y un solo ojo en la frente, cuya dieta incluye carne humana. Buscando refugio, los hombres se internan en una cueva que resulta ser la morada de Polifemo, hijo del dios del mar, Poseidón. Cuando el cíclope regresa y descubre a los intrusos, sin mediar palabra, atrapa a dos de los hombres y los devora ante la mirada atónita de sus compañeros. Luego, con una enorme piedra, sella la entrada de la cueva, condenando a los demás a una prisión sin salida. El ingenio de Ulises será, una vez más, la única esperanza para escapar de una muerte segura.


Escapando de Polifemo


La esperanza de Ulises se desvanece cuando al amanecer Polifemo devora a otros dos de sus hombres, repitiendo el acto brutal al caer la noche. La cueva se convierte en un escenario de horror y el héroe comprende que la astucia será su única arma. Con la intención de embriagar al cíclope, le ofrece el vino que lleva consigo. Polifemo, encantado con el sabor, exige más y, entre risas torpes, promete a Ulises que lo dejará para el final, será el último en morir. Antes de sucumbir al sueño, le pregunta su nombre. Ulises, con inteligencia, le responde: mi nombre es Nadie.

Ulises ofrece una copa de vino a Polifemo dentro de una cueva iluminada por fuego. El cíclope, de gran tamaño y con un solo ojo en la frente, extiende la mano para recibir la bebida, mientras tres hombres observan desde el fondo con expresiones de tensión. Ulises, vestido con túnica oscura y capa roja, sostiene la copa con gesto firme y mirada calculadora. La escena está bañada por una luz cálida que resalta los rostros, las texturas de la piel y las rocas de la cueva.

Cuando el cíclope cae en un sueño profundo, Ulises y sus hombres aprovechan el momento para clavarle una estaca que le perfora su único ojo, dejándolo ciego al instante. El grito de Polifemo retumba en la cueva como un trueno y su furia alerta a los demás cíclopes, que acuden alarmados a la entrada de la cueva, preguntándole quién le ha hecho daño. Polifemo, aún aturdido por el dolor, el vino y el engaño, responde: Nadie. Confundidos por la respuesta, los gigantes se retiran, dejando a Ulises y a sus hombres con una oportunidad única para salvar sus vidas.

Al despuntar el alba, Polifemo, ciego y desorientado, retira la piedra que sella la entrada de la cueva. Ulises y los pocos hombres que quedan vivos, aprovechan para escapar. La astucia del héroe, una vez más, se impone a la fuerza bruta.


El dios de los vientos


Tras escapar de la cueva de Polifemo, Ulises y sus hombres se dirigen a la isla flotante de Eolo, señor de los vientos. El dios, en un gesto de hospitalidad, les concede una brisa suave y constante que los guiará hacia Ítaca, como si el destino por fin les sonriera. Además, les entrega un odre mágico que contiene todos los vientos del mundo, para que puedan liberarlos si el viaje lo exige. Pero como en toda odisea, incluso los dones divinos pueden volverse en contra si no se manejan con prudencia.

Ulises, confiado y vencido por el cansancio, se entrega al sueño pensando en una Ítaca ya cercana. Pero no todos comparten su serenidad. Algunos de sus hombres, cansados por el viaje y cegados por la codicia, creen que el odre que Eolo les ha entregado guarda tesoros materiales. Movidos por el deseo de hallar oro y riquezas, rompen el sello y liberan al mismo tiempo todos los vientos. En un instante, la calma se convierte en tormenta y el barco es arrastrado de nuevo lejos de su destino, hacia la tierra de los gigantes.

El dios Eolo, anciano de cabello blanco y musculatura imponente, entrega a Ulises un odre mágico que contiene todos los vientos del mundo. Sentados frente a frente, Eolo sostiene el saco con ambas manos mientras Ulises, vestido con túnica oscura y capa roja, lo recibe con gesto solemne. Detrás, varios marineros observan la escena con atención. El cielo dorado y las nubes en movimiento enmarcan el momento con una atmósfera mítica y luminosa.

Agotados por el viaje, los barcos atracan en el puerto, buscando descanso. Pero Ulises, guiado por su instinto que ya le ha salvado antes, decide permanecer en alta mar, observando desde la distancia. Y no tarda en ver el peligro. Un grupo de gigantes emergen desde las montañas y se lanzan contra las embarcaciones, destruyéndolas una a una con brutalidad. Solo el barco de Ulises, que no ha tocado puerto, se salva del desastre. Sin perder tiempo, él y los pocos hombres que le acompañan emprenden la huida.

La siguiente parada los lleva a la isla de Eea, donde algunos de los hombres de Ulises se aventuran en busca de la morada de Circe, la hechicera de voz dulce y mirada profunda. Ella los recibe con aparente hospitalidad, los invita a su palacio y les ofrece un banquete digno de reyes. Pero Euríloco, más cauto que el resto, se queda atrás, inquieto ante tanta cortesía. Su intuición no le falla, apenas termina el festín, Circe alza su varita encantada y transforma a los hombres en cerdos. Euríloco, testigo oculto del hechizo, huye sin ser visto y corre a advertir a Ulises de lo ocurrido.

Ulises se enfrenta a Circe, quien le promete liberar a sus hombres y no utilizar ningún encantamiento contra él. Sin embargo, no cumple su palabra y utiliza un hechizo para que se convierta en su amante. De ese modo, consigue que se quede a su lado durante doce largos meses.

Beatriz Moragues - Derechos Reservados


Para saber más







4 comentarios:

  1. Es una historia que siempre me ha fascinado. Me encanta. Un abrazo

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    1. Hola, Nuria. Muchas gracias por tu comentario. La verdad es que esta historia tiene una fuerza simbólica enorme, quizá por eso resulta tan fascinante.
      Un abrazo 🤗

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  2. Hola, Beatriz, qué bonita historia, Ulises es la magia de la literatura no hay duda. Todavía recuerdo hasta la serie de dibujos que había cuando era pequeña. Muy bueno. Genial tu artículo para recordar sus aventuras. Gracias.
    Un abrazo. :)

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    1. Hola, Merche. Muchas gracias por tu comentario. Ulises es, sin duda, uno de esos personajes mitológicos que cruzan generaciones. Y que bonitas algunas series de dibujos animados que hacían antes, que además de entretenidas, eran educativas.
      Un abrazo 🤗

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