Las
catedrales en la antigüedad no tenían nada que ver con lo que son actualmente.
Eran lugares llenos de vida, donde se montaban mercados, los niños jugaban y
hasta los animales paseaban por su interior. Además, estaban
pensadas para que la música y los coros expandiesen su sonido hacia las alturas
para llegar a Dios.
Las
catedrales siguen siendo a día de hoy lugares de obligada visita para los
viajeros. Su grandiosidad, su especial ambiente y toda su decoración, invitan
al detenimiento, a pararse un momento y a alejarse del bullicio que aguarda
paciente en el exterior.
Las catedrales en la antigüedad
La
palabra catedral proviene de cathedra, cuyo
significado es “asiento”. La cátedra es la silla donde se sienta el obispo para
realizar la misa. Y de ahí deriva el término catedral, que es donde se
encuentra la cátedra, es decir, el asiento del obispo.
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Catedral de Nidaros (Noruega) |
Asimismo,
se realizaban reuniones oficiales y eran apoyadas por los nobles que deseaban
que tras su fallecimiento su cuerpo descansase en un determinado lugar. También
eran sedes del gobierno.
Los
animales entraban y salían libremente de las catedrales, y había siempre un
canónigo que se encargaba de sacar fuera a los perros, cuando molestaban o se
portaban mal.
Estas
enormes construcciones solían también albergan gatos en su interior, que además
servían para mantenerlas a salvo de los roedores. Como curiosidad citar que en
la sacristía de la catedral de Sigüenza, todavía se conserva la gatera que
forma parte de la entrada. Los religiosos realizaron un agujero en la parte
inferior de la enorme puerta de madera de roble, de aproximadamente 10 cm de
grosor, para que los gatos pudiesen entrar y salir.
Partes de una catedral
La
catedral no sólo estaba formada por la iglesia con todas sus estancias, también
los alrededores se enmarcaban dentro de esta importante edificación. Algunas de
estas partes eran: iglesia, claustro, sacristía, archivo, capillas, librería,
cementerio, hospital, comedor de caridad, residencia del obispo, alojamiento de
los niños del coro, oficinas y cárcel.
Los constructores de catedrales
Los
constructores de catedrales eran personas muy preparadas, enormemente valoradas
y a las que se les otorgaban innumerables privilegios para que realizasen su
trabajo cómodamente y de forma satisfactoria, ya que si no se sentían
reconocidos o ejercían su trabajo a disgusto, podían abandonarlo o detenerlo el
tiempo que considerasen necesario hasta conseguir sus pretensiones, entre ellas
quizá un aumento de salario.
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Interior de la catedral de Gloucester (Inglaterra) |
Dependiendo de su
pericia podían ser sencillos operarios o llegar a “maestro mayor”, que es lo
que ahora se denominaría arquitecto. Estas personas aprendían a realizar su trabajo
de forma empírica y en ocasiones no poseían más cultura que esa. Algunos no
sabían escribir y a la hora de firmar sus obras lo hacían con signos o
dibujos. Sin embargo, en su oficio eran capaces de realizar verdaderas obras de
arte.
Beatriz Moragues - Derechos Reservados
Para saber más
Libro: Catedrales (Miguel Sobrino - La Esfera de los Libros).
Hola, Beatriz, ¿tantos ratones había antes? Hasta el punto de que eran los gatos los que se escondían de ellos, jolines... Claro no había higiene como ahora, ni un sistema de tuberías en condiciones, etc. Curiosos datos. Me ha encantado la segunda foto, qué simetría y perfección, preciosa.
ResponderEliminarGracias.
Un abrazo. :)
Buenos días, Merche. ¿Dónde he dicho que los gatos se escondían de los ratones? Si lo he escrito así, dímelo, porque igual me he equivocado sin darme cuenta 🤔
EliminarSí, la segunda foto es muy bonita. Gracias por pasarte. Un abrazo 🤗
Jajajajajaja y ¿cómo he leído yo? Jajajajaja
EliminarEsto pone:
Estas enormes construcciones solían también albergan gatos en su interior, que además servían para mantenerlas a salvo de los roedores.
Y yo he interpretado que los gatos se refugiaban ahí para librarse de los ratones, jajajajajaja. Si es que estaba dormida, jajajajajajajajja, ¡qué bueno!
Cómo tenemos las cabezas... jajajaja
EliminarJajajaja, creo que me voy a estar riendo todo el día... Creo que en vez de "mantenerlas", he leído "mantenerles" a los gatos, jajajjajajaja... Y el caso es que lo he leído varias veces porque me he llamado la atención... Jajajajjaa, menos mal que uso gafas para el ordenador si no diría que tenía que ir a ponerme unas, jajajajajaja.
EliminarPerdón por el error...
Un abrazo. :)
¡Jajajajaja qué bueno! Ahora imagino a los ratones formando bandas organizadas y los gatos pidiendo asilo en la sacristía 😂
EliminarEsto se tiene que guardar en los anales del club de bloguers: “El día en que los ratones asustaron a los gatos”.
Gracias por el momentazo, compañeras, y por sacarme unas risas jajajjaja
Jajaja... Miguel, ya te vale, ahora con los ratones delincuentes y los gatos casi metiéndose en el cónclave a elegir Papa también y, de paso, a esconderse 🤣🤣
EliminarJajajaja, no vi la respuesta de Miguel... Por eso ha ido tan rápido la elección papal, se ha llenado aquello de ratones y gatos y la han liado parda...
EliminarBeatriz, qué gozada de artículo.
ResponderEliminarEste artículo se lee como una invitación a viajar en el tiempo. Me he imaginado a los gatos entrando por la gatera de Sigüenza, al canónigo sacando perros revoltosos, y a los niños jugando entre los ecos de un coro que sube hacia las alturas.
Esa idea de la catedral como un espacio vivo, no solo espiritual sino también social, me ha parecido fascinante. Me gusta pensar que en aquellas piedras resonaban no solo los rezos, sino también risas, discusiones de mercado y pasos apresurados.
Y varias escenas me han traído de vuelta momentos de Los pilares de la Tierra, de Ken Follet, con sus constructores tozudos, nobles intrigantes y esa sensación de que una catedral era casi un universo entero. Leer tu artículo ha sido como volver a esa atmósfera, pero desde la historia real.
Gracias por recordarnos que detrás de cada gran construcción hay personas, historias y hasta pequeños agujeros en la puerta para que pasen los gatos.
Un abrazo fuerte y enhorabuena por este texto tan evocador.
Hola, Miguel:
EliminarA mí las catedrales me fascinan; siempre me transportan a otra época. Es como si sus piedras respiraran, custodiando en su silencio la memoria de siglos y las historias de quienes las han recorrido.
En su tiempo, estas majestuosas construcciones eran mundos enteros, escenarios de grandes sucesos pero también de pequeñas historias cotidianas. Y qué bonito pensar que hasta los gatos han tenido su pequeño lugar en ese universo de piedra.
Los pilares de la Tierra, una maravilla de libro. Qué universo tan increíble creó Ken Follett.
Muchas gracias por pasarte por aquí y comentar. Un abrazo fuerte de vuelta 🤗